sábado, 19 de noviembre de 2022

Cojo el puente a la jubilación


DICEN que venimos a este mundo con un determinado número de palabras y solo tras pronunciar la última, morimos. No sé si ocurrirá lo mismo con las escritas, pero, por si acaso, voy a disminuir drásticamente mi producción, no vaya a ser que un día de estos me dé un patatús y deje la frase sin concluir tras una conjunción adversativa. No se asusten, que estoy en plena forma, pero voy a cogerme el puente de la Inmaculada Constitución que, en mi caso, coincide con el puente a la jubilación, Dios la guarde muchos años en su regazo junto a mis 40 años cotizados. 
Me da cierta pena, la verdad, porque después de dos décadas de columna semanal estaba empezando a cogerle el tranquillo. No ha sido fácil. En ocasiones, lo que me invento para divertirles es acogido con más verosimilitud que lo que ocurre en realidad, y eso no es sano. A veces, hasta yo me lo creo, entro en bucle y me pasa lo mismo que al fiscal de la Audiencia Nacional, que me puso una querella y la retiró dos días después diciendo que “le había dado un vahído”. Le comprendo perfectamente. Mientras redacto estas líneas recuerdo la primera que escribí. Hacía referencia al extraño nombre del museo que estaban construyendo junto a la ría de Bilbao y proponía cambiarlo por el de Westinghouse, más fácil de recordar porque muchos lo teníamos escrito en la puerta del frigorífico. Por poco lo consigo. ¿Se lo imaginan? Entre aquella columna y esta habré difundido un millón de tonterías, un número redondo para cerrar el ciclo. Ahora, dormiré hasta primavera como los osos y cuando despierte decidiré a qué dedicar mi tiempo libre. Igual hasta vuelvo a estudiar periodismo, porque se me ha olvidado casi todo. Nos veremos por ahí. ¡Kazetariak kalera! 

Josetxu Rodríguez 
caducahoy@gmail.com

domingo, 25 de noviembre de 2018

El Blas fraile


EL timbre ha sonado temprano, apenas amanecido. Tardé solo un par de minutos en ponerme la bata de Harry Potter y quitarme el gorro de dormir. Cuando abrí la puerta, una catarata de cajas de cartón y sobres acolchados se me vino encima. Con la modorra del madrugón pensé que había descarrilado un tren de mercancías, pero detrás del citado desprendimiento había una caravana de repartidores en moto, patinete y bicicleta, que pisoteando el césped se perdían más allá del horizonte del seto y reclamaban brazo en alto una firma para salir pitando. Garabateé todos los documentos que me pusieron delante, coloqué mi huella en pantallitas de cristal y me escanearon el iris en un par de ocasiones individuos con acentos del lejano oriente. Me hice cargo de los fardos sin hacer preguntas. Al fin y al cabo, hasta que no me tomo el tercer café no soy persona y todo me da lo mismo por no decir que me da igual. Cuando se despejó la niebla en mi cabeza, volví a la zona cero para hacer balance. Había embalajes de Amazon, Bimba y Lola, Carrefour, Dekohogar, Ebay y, así, hasta bien entrado el abecedario. Por un momento pensé que alguien había confundido mi casa con una consigna pero, entonces, una voz reconocible me pregunto desde la cama:
“¿Cariño, ha traído el cartero algo para mí?”.“
"Si no ha muerto atropellado en el tumulto hace un rato, creo que sí”, le contesté.
“He pedido algo de ropa para probarme, algunos cosméticos para el gato, un patinete con sidecar, piezas para montar un fusil de asalto y una lata de espárragos. Devolveré lo que no me guste”, me explicó.
“¿Aprovechando el Blas fraile?”, le dije, por decirle algo, ya que no tenemos gato.
“¡Qué va! Esos llegarán el lunes”, me anunció. 
Mientras entraba en casa reflexioné sobre la condición humana y llegué a una conclusión: “Yo soy yo y su paquetería”. Los hermanos Ortega y Gasset estaban equivocados.

Josetxu Rodríguez

miércoles, 21 de noviembre de 2018

De las diapositivas a las radiografías


Se acuerdan de esta máquina temible?
LAS diapositivas. ¿Se acuerdan? Aquellas que perdieron la guerra contra los píxeles. He tenido pesadillas en las que jugaban un papel fundamental. Me veía de nuevo frente al profesor de arte, con su sotana llena de lamparones, intentando descifrar, entre capón y proyección, si las manchas pertenecían al barroco del campo de fútbol o al churrigueresco del desayuno. 
A veces, el escenario cambiaba y me materializaba en casa de unos amigos recién llegados de su viaje de novios. En la sala habían improvisado con sábanas una rudimentaria pantalla. Junto a una mesita con cervezas y patatas fritas se distinguía un sillón con correas para inmovilizar a un ser humano de pies y manos. Lo que me helaba la sangre no era la estancia a media luz ni la sonrisa maléfica de la pareja, sino el proyector de diapositivas con un carrusel del tamaño de la noria del Milenio de Londres completamente atiborrado de transparencias. 
Pero todo eso pasó y, actualmente, cada uno puede ver las fotos de sus amigos en las redes sociales en dosis no letales y sin permanecer horas secuestrado. Y así estábamos, tan contentos, hasta que hace unos días sentí un estremecimiento en la Fuerza. Cenaba con los amigos de toda la vida y me levanté para ir al baño. Cuando volví, quedé horrorizado. Los antiguos novios habían traído su álbum de radiografías de huesos, dientes y pulmones. También vídeos de ecografías, partos, endoscopias y resonancias en 3D y los estaban reproduciendo, a través de sus teléfonos móviles, en la pantalla de 55 pulgadas del televisor de la sala. Con gran regocijo. 
Todavía estoy dilucidando si es otra pesadilla o he llegado a una edad en la que lo divertido es saber quién es el más enfermo con aspecto más saludable. Qué cruz. ¡Atchísss!
@caducahoy

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El estado del bienestar provoca malestar


“Aunque no soy franquista, me dan ganas de hacerme francotiradora”. Sentado en el autobús escuchaba la conversación porque no me quedaba otro remedio. La señora se indignaba según desgranaba los agravios sufridos en los últimos tiempos.
“¿Te acuerdas cuando se te olvidaban las llaves en casa y llamabas a los bomberos? A los cinco minutos tenías en la puerta un camión lleno de titanes que te metían en casa a la silla de la reina. Ahora lo que te meten es un sablazo que tienes que vender el piso para pagar la salida. Lo mismo con las ambulancias. El martes perdí el autobús y solicité una para que me llevara al médico a recoger una recetas. Pues van y me sueltan que coja un taxi. A mí. ¡A una enferma! Si todos los años antes de irme a Benidorm me presentaba en urgencias a que me hicieran un reconocimiento completo con escáner para poder pasar el verano tranquila. Hasta me regalaban toallas y medicinas para el perro. Qué triste, la verdad”.

“Dentro de poco -replicó su acompañante- no solo nos cobrarán el impuesto de hipotecas, sino también el de hipotenusas, ya verás. El día de las nevadas, mi nieto se fue en mangas de camisa a correr al monte hasta que quedó hundido en la nieve. Hizo lo que hace todo el mundo, llamar a los helicópteros para que le llevaran a casa. Pues los tíos llegaron cuando casi se le habían congelado los huevecillos. ¡Y con la factura en la mano! ¡Qué sinvergüenzas! Pensar en el dinero cuando estás en medio de una desgracia. Menos mal que en una clínica de fertilización in vitrocerámicas le compraron los espermatozoides congelados. De no ser así, tendría que haberse puesto a atracar bancos también los fines de semana para sobrevivir dignamente”.

“El estado del bienestar se va a la mierda. Te lo digo yo, que para estas cosas tengo mucho olfato”, sentenció ella con un toque de nostalgia.

@caducahoy

domingo, 11 de noviembre de 2018

Las piernas están sobrevaloradas


Andar está sobrevalorado. Como pensar. No lo digo yo, lo dicen mis piernas. Como son parte implicada y con tendencia a la vagancia no las hago mucho caso. Pero hay gente que sí y las malcría. Vamos, que las

evitar cualquier esfuerzo por mínimo que sea y hasta crean grupos de whatsapp para hacerlas los deberes. Ahí está para demostrarlo la proliferación de artilugios con ruedas que invaden el espacio público. Sentado en un banco del parque, hice un pequeño inventario: en una hora pasaron por delante patines, patinetes, bicicletas variopintas, skates, longboards, seawave, monociclos eléctricos y de tracción animal, segway, una cortadora de césped y una barredora. Ya ven, también los jardineros han dejado de caminar. Hoy es más seguro pasear por la calzada esquivando autobuses, que se les ve venir, que sentir el aliento en la cara de un ciclista o un skater que se entrena para el mundial de habilidad y velocidad sorteando peatones. Uno de ellos contaba el otro día que bajando por una barandilla cayó con su artefacto encima de un cochecito de gemelos. “La madre se puso histérica, tío. Ya le dije a la tipa: Oye, tranki, que te queda otro”.

Ahora que los coches permanecen la mayor parte del tiempo en los garajes pagando impuestos, la movilidad ecológica será otra nueva fuente de ingresos a corto plazo para los ayuntamientos: seguros, multas, permisos de circulación y mini OTAs. Por eso, conviene recordar que no hay mejor forma de moverse que la autopropulsada a base de alubias con sacramentos. Y soy el primero que debe aplicarse el cuento, ya que paso de la cama a la silla del trabajo y de ahí, al sofá hasta irme a la cama. En una ocasión me olvidé las piernas bajo la colcha y tardé dos días en darme cuenta. Con eso les digo todo y no digo más.

@caducahoy

sábado, 27 de octubre de 2018

Me gusta cuando planchas, porque estás como ausente


ME gusta cuando planchas, porque estás como ausente”, le dije. 
“Pues, como estoy ausente, saca tú la basura”, me contestó, clavando en mi pupila su pupila azul. 
“Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando el contenedor se llena, ¿sabes tú adónde va?”. No esperé su respuesta y esquivé como pude un cepillo volador. 
Más por complacer que por obedecer, me dirigí al armarito del fregadero. Al sacar la bolsa, pude observar que el desagüe goteaba y fui en busca de un poco de teflón. Y, mira por dónde, en la caja de herramientas encontré también cable de antena y un conector. Una grata sorpresa, porque llevamos desde septiembre viendo El roscoa través de una intensa nevada de interferencias. De los 26 canales de televisión, la mayoría se pierden por los agujeros de la vieja línea que baja del tejado. Necesitaba unas tijeras y recordé que había dejado las de podar en el jardín. Salí en su busca y, dado que amenazaba temporal, decidí meter al sótano la mesa y las sillas de madera. Al abrir la puerta, salió pitando un ratón. ¡Maldito roedor! Creo que tengo un cepo en alguna parte, pensé. Estuve un par de horas revolviendo sin localizarlo. Eso sí, encontré muchos tesoros olvidados: un casco de moto, un patín, un laboratorio fotográfico y un maletín con 6.000 tornillos y una tuerca. Pero lo que más ilusión me hizo fue una cinta de persiana, porque recordé que la ventana de la cocina necesitaba el cambio. Llevaba horas trajinando, y me senté un momento a tomar una cerveza. Así me encontró ella cuando entró cargada con la compra: junto a la bolsa de la basura y mirando por la ventana. El plock-plock de la gota de agua sonaba como el martillo de un juez. Visto para sentencia.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

sábado, 20 de octubre de 2018

Como monologuista, Casado no tiene precio



Pablo Casado

COMO monologuista, Pablo Casado no tiene precio. Solo necesita encontrar a un Faemino para convertirse en una pareja de éxito. O hacer un dúo con Albert Rivera y protagonizar un remake de “Tú a Génova y yo a California”. Como los crearon en la misma fábrica de Madelmans del Ibex 35, cuesta distinguirlos.
De pequeño tuve un muñeco de acción que se les parecía: joven, esbelto y con uniforme militar. Tenía una anilla atada a la espalda que, cuando tirabas de ella, soltaba una frase de forma aleatoria: “¡Todos al suelo!”, “¿Dónde va, bella señorita?”, “¡Santiago y cierra España!”, y cosas así. Parece que Aznar ha copiado la idea y le ha insertado un altavoz wifi. Ahora solo mueve los labios para soltar las incongruencias del expresidente, ya sea para denunciar que en Catalunya “hay armas de destrucción masiva” o asegurar que “todos los jóvenes son del PP, pero aún no lo saben”.
Hay quien piensa que, con las prisas, le han cargado mal el chip y está descontrolado. Puede que hasta le hayan instalado un doctorado de historia basado en el NO-DO, porque lo mismo afirma que España “descubrió un nuevo mundo” que define la Hispanidad como “la etapa más brillante del hombre junto al imperio romano”. Al paso que va, pronto nos explicará aquella teoría franquista de que Dios quería tanto a España que colocó la península justo en el centro de la Tierra, donde el cielo es azul, hay muchas gaviotas y no hace ni mucho frío ni mucho calor. Y que por eso hay tanta gente que quiera vivir aquí, empezando por los ingleses y acabando por los menas.
No sé si durará mucho en el PP o terminará cantando el cara al sol en un manicomio, pero lo que está claro es que, para mí, siempre tendrá un lugar de honor en el Club de la comedia.



Josetxu Rodríguez

@caducahoy

sábado, 13 de octubre de 2018

La policía no cabe en el troncomóvil

LOS cuerpos policiales están que no caben en sí de gozo porque les han comprado coche nuevo. El problema es que tampoco caben en el vehículo. La vasca ha mejorado tanto con los potitos, que vas a una oposición en Arkaute y la mitad de los presentados miden más de 1,80 metros y no entran por la puerta. 
Esto, que tiene muchas ventajas desde el punto de vista disuasorio, no lo es a la hora de acomodarse en un vehículo oficial con mampara de seguridad, porra, pistola y el resto del ajuar. No lo digo yo, lo dicen los sindicatos de la Policía Municipal de Bilbao y de la Ertzaintza, siempre muy quisquillosos con estos temas, y que ya se los imaginan patrullando en el tranvía, mientras los malos aparcan sus todoterrenos frente a las comisarías para darles envidia. 
Alguien me envió hace días una foto donde podía verse un Mercedes de los municipales de Bilbao con las piernas del acompañante asomando por la ventanilla. Seguro que es falsa, pero resume muy bien el problema. Hay quien dice que el interior de los vehículos los ha diseñado Ryanair y que van a subsanar el problema adjuntando un sidecar para el detenido. No me parece serio. El maletero está vacío y puede decorarse con algún futón de Ikea para la ocasión. Lo que no es lógico es que el arrestado vaya más cómodo que el agente, a fin de cuentas solo va a estar un rato allí. 
La polémica está en la calle y sorprende que no se hayan llevado a un par de buenos maderos para probar los troncomóviles antes de comprarlos, que es lo que se hace con los pies y los zapatos. Si envías a 31 ertzainas a ganar 81 medallas en los Juegos Europeos de Policías y Bomberos no puedes pretender después que quepan en un utilitario. ¿Sí o qué?
Josetxu Rodríguez 
@caducahoy

sábado, 6 de octubre de 2018

Jubilados, ¡askatu!


LO tengo decidido. Cuando me jubile no se lo diré a nadie. Ni siquiera a mi empresa, porque tengo curiosidad de saber si se da cuenta. Tampoco a mi esposa, que es capaz de ponerme a pintar la casa de rosa palo. Seguiré los sabios consejos de los que tienen experiencia en esto del jubileo y que coinciden en afirmar que cuando más tiempo tienes, de menos tiempo disfrutas. Que si bricolages, que si papeleos, que si me puedes llevar la iguana al veterinario de paso que vas a manifestarte por las pensiones. Vamos, que debe suceder como con el queso emmental, que cuando más queso compras, más agujeros;y cuantos más agujeros, menos queso.

Por eso, cuando llegue el momento, cada mañana saldré de casa pitando con la taza de café en la mano como si tuviera que fichar y al doblar la esquina seré libre durante ocho horas. Vaya puntazo. Tendré que organizarme un poco, porque quiero recuperar el sueño perdido de los últimos 40 años. Creo que la facultad de Filosofía es perfecta para la hora de la siesta y en cuatro años me habré puesto al día. Por supuesto, renunciaré a todo tipo de actividades extravagantes, que todavía recuerdo cuando me apunté a zumba pensando que era boxeo. 
Por las mañanas, tumbado en alguna campa, haré un inventario de nubes, y cuando lo termine, sin prisa, pero sin pausa, estaré listo para anunciar que soy un jubilado y me pondré a disposición de la familia y la comunidad. Pero sin abusar, que veo a muchos pobres corriendo de un lado para otro trasegando niños y mochilitas y añorando los tiempos en los que trabajaban en las minas de La Arboleda. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí para estropearlo al final. ¡Jubilados, askatu!

Josetxu Rodríguez

@caducahoy

sábado, 29 de septiembre de 2018

Pedro Sánchez es tonto. Juan Carlos, ¡dimite!

Pedro Sánchez es tonto

PEDRO Sánchez es tonto. Al menos, hay que concederle ese mérito. Solo un ingenuo al que echaron de la secretaría general de su partido por la puerta grande, es decir, la del garaje, cree que puede formar un gobierno con entes puros sin pecado original, con currículo impoluto y la declaración de la renta cum laude. No hay gente así. Puede que quede alguno en el limbo de los justos, pero lo dudo.
Lo raro es que todavía tenga ministros en su gabinete frente a la artillería ética de un partido condenado por corrupción sistemática, lo que en Italia se denomina mafia y aquí casos aislados. Hasta la Virgen habría perdido el apelativo con estos fiscales; y Jesucristo, los apóstoles, porque el que no era un fanático ultranacionalista, recaudaba impuestos o cortaba orejas a sablazos.
Lo tiene difícil, señor presidente. Quizá en algún convento de monjas carmelitas o de frailes cartujos encuentre usted doce personas sin tacha, siempre, claro está, que no haya pasado por allí Villarejo con su cinexin organizando rosarios, ejercicios espirituales y desfiles de monaguillos frente a curas, obispos y cardenales. Que todo puede ser.
Lo que más me molesta de este asunto es que tenga que dimitir una ministra por un máster que no sirve ni para tapar el desconchón en una pared y se mantenga en el cargo otra obligada a enviar 400 bombas inteligentes a una dictadura para que masacre civiles a lo tonto en Yemen.
De todo este festival ético, estético y patético solo puede salir una cosa buena: que dimita el rey Juan Carlos para dar ejemplo a Pedro Duque. ¿O es que evadir capitales y cobrar comisiones a diestro y siniestro durante cuatro décadas es una falta menor frente a la compra con ventajas fiscales de un chalé en Jávea? No hace falta que contesten.



Josetxu Rodríguez 
@caducahoy