viernes, 24 de septiembre de 2010

Hipocondriacos compulsivos




CUANDO el miércoles a las 21.30 horas me senté ante el televisor, era una persona saludable, algo cansada, eso sí, pero con un nivel razonable de vitalidad después de una dura jornada laboral. Un par de horas más tarde y tras dos tandas de 20 minutos de anuncios de parafarmacia, me había convertido en un hipocondriaco compulsivo que abría cajones buscando su vieja tarjeta sanitaria perdida entre papeles por falta de uso. Según la publicidad, ese satisfactorio tono vital del que disfrutaba como un inconsciente sólo ocultaba un deterioro generalizado que, más pronto que tarde, me llevaría a la UCI sin escala en el ambulatorio a menos que hiciera un pedido farmacológico de varios cientos de euros.

Los síntomas eran claros: ligero dolor de piernas, cierta falta de apetito sexual, dolor de cabeza intermitente, molestia en una costilla, algo de ansiedad, insomnio según qué día, opresión en el pecho, entumecimiento en un brazo y desajustes estomacales variopintos. ¡Cómo he podido estar tan ciego y no darme cuenta de que soy un pre-enfermo! Y, además, ¡un pre-enfermo de gravedad! La leche con vitaminas, el yogur anticolesterol, el agua mineralizada y todos los superalimentos que ingiero para blindar mi salud no han servido de nada. Menos mal que las farmacéuticas llevan muchos años haciendo medicamentos para gente sana, porque si no, no sé qué sería de nosotros. Pienso comprármelos todos, bueno, siempre que encuentre la visa, porque de líquido ando fatal.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¡Pero qué animalada!


Cuentan que cuando George Bush decidió invadir Irak se lo anunció a los periodistas más afines de la siguiente manera: "Voy a bombardear ese país del demonio y es posible que mueran 30.000 iraquíes y un dentista". Tras un breve silencio, sólo uno de los reporteros se atrevió a preguntar quién era el dentista. Entonces, Donald Rumsfeld, ideólogo e impulsor de la guerra, le susurró al presidente: "¿Lo ves? Ya te dije que nadie preguntaría por los iraquíes...". Esta historieta demuestra lo fácil que es desviar la atención de un tema sobre el que queremos pasar de puntillas. Nos enseñan el señuelo y todos corremos detrás como gallinas sin cabeza.

El Ayuntamiento de Tordesillas ha utilizado el mismo recurso para mantener una fiesta sangrienta que le reporta pingües beneficios en estos tiempos de crisis. Agasaja como a un gladiador a un hombre de 32 años, cuyo mérito ha sido rematar a un toro con una lanza ayudado por otro centenar de picadores que lo han acorralado y herido previamente. Cualquiera podría pensar que lo meritorio sería que el lancero se enfrentara a cien toros, pero seguro que ni se lo plantean pese a que la afluencia de público sería masiva. Podría acompañarle ese artista de Plasencia que acaba de pegar mil grillos en las paredes de la sala de exposiciones para que mueran a la vista del espectador. Los considera "conceptos orgánicos" con mínima capacidad de sufrimiento. ¿Por qué no ha utilizado a mil cantantes de ópera? Seguro que el éxito habría sido aún más rotundo y más orgánico.