viernes, 20 de septiembre de 2013

Las empresas no pactan los precios, se los copian



LOS distribuidores de combustible tienen un problema: por más que se esfuerzan, no consiguen que el precio de los carburantes bajen. Según Repsol, la situación no es alarmante porque, aunque parece que la gasolina está cara, no es así; lo que pasa es que los consumidores no somos entendidos en hidrocarburos y por eso nuestra percepción de la realidad está algo distorsionada por la televisión. Aseguran que sus márgenes comerciales son muy pequeños y que no es que hayan pactado los precios entre todas las compañías sino que son los otros los que le copian el suyo. 
La realidad es que desde que el gobierno liberalizó el libertinaje de precios, el litro se ha disparado. Y el problema no es que el octano suba, sino que flota debido a algún extraño principio de Arquímedes que podría definirse con el siguiente axioma: un litro de cualquier cosa sumergido en la liberalización experimentará un empuje hacia arriba en su coste similar a la caradura del oligopolio que lo distribuya. 
Algo parecido a lo que pasaba con la factura telefónica. Estuvo meses sufriendo un empuje inflacionista igual al cuadrado de la hipotenusa (siendo los catetos mi señora y yo) sin que la compañía consiguiera descubrir la causa. Un día se me encendió la lucecita y les pedí que me quitaran todos los planes de descuento, promociones y reducciones de tarifa. Desde entonces, todo volvió a unos valores aceptables. Los caminos del liberalismo económico son inescrutables.
Josetxu Rodríguez

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