lunes, 5 de mayo de 2014

Ocho balcones vascos... qué tragedia


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LA evaluación de los daños del tsunami Ocho apellidos vascos tardará en completarse al menos una década. No solo por haber acabado con la tranquilidad en las salas de cine, donde la docena de personas que asistían a las funciones podían elegir el asiento más apetecible y disfrutar de la cinta con la tranquilidad de un pase privado, sino por haberlas llenado de un público desconocido hasta la fecha pertrechado con calderos de palomitas y otras viandas, algunas de cuchara y tenedor. 
Por si fuera poco, los comercios "de estética abertzale" ven descender su hasta ahora rentable línea de moda alpina, geotérmica y geolocalizada. Por no hablar de las peluquerías especializadas en el "corte al hacha" o "al mordisco de burro" de donde huyen los clientes en favor de aquellas que usan gomina. 
Los estragos, no obstante, afectan a otros muchos sectores. Esta Semana Santa la costa guipuzcoana ha sufrido una auténtica invasión de turistas que han acabado con la cosecha de txakoli y las existencias de rabas y se metían en los caseríos por las ventanas para comprobar si había estatuillas de la Guardia Civil. 
La capital vizcaina, por su parte, ve con estupor cómo las terrazas se llenan de geranios y petunias gracias a concursos municipales que intentan convertir Bilbao La Vieja en Triana. Hasta el típico balcón bilbaino con su cubo y su fregona, la bicicleta colgada y los barrotes artísticamente corroídos puede desaparecer. ¡Salvémoslo antes de que sea demasiado tarde!
Josetxu Rodríguez

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