miércoles, 6 de septiembre de 2017

No vayan al campo


No vayan al campo

SI me permiten un consejo, les pediría que no se dejen engañar por esa corriente de pensamiento que demoniza las vacaciones de playa, discoteca y gin-tonic en base al ruido, los malos olores, la masificación y el desenfreno desenfrenado. Todo eso es verdad, pero no tanto como asegura el lobby de la casa rural, que se envuelve en un paisaje bucólico con pajaritos, tomates sonrosados y paseos por la orilla del río a lomos de Platero
Si se trata de descansar, de verdad, las vacaciones hay que pasarlas en casa, en la propia, donde poseemos un catálogo de comodidades de las que disfrutamos poco por falta de tiempo. El colchón está hecho a nuestra espalda y la almohada se lleva bien con las cervicales, y hay wifi con velocidad suficiente y un sofá para la siesta y la nevera llena y los vecinos se han ido. ¿Hay algo más parecido al paraíso? Puede que sí, pero no en el campo. 
A los que se quejan del jaleo discotequero les recetaría una semana escuchando a todas horas las campanadas del reloj de la iglesia, al perro poeta que se pasa la noche ladrando a las estrellas y al resto del zoológico local, incluido el pastor, que saca a las ovejas de paseo a las 5:05 de la mañana. Por no citar al coro de pajarillos, nunca menos de 100.000, que compiten con las moscas, mosquitos, burros, motoazadas y otras alimañas durante la siesta. En el campo solo se disfruta de un rato de silencio entre las 4.30 horas y las 4.45. Pero no siempre. En ocasiones, si deja de respirar por un momento, oirá cómo crece la hierba. Un auténtico escándalo.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

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