viernes, 12 de abril de 2013

Como me gusta tanto el cine, he dejado de ir



ME gusta tanto el cine que disfrutaba incluso con el anuncio de Menforsan, aquel en el que una señorita corría en camisón por un prado y, después de oler una flor, miraba al patio de butacas y nos rociaba con un espray ambientador, provocando en el espectador una contracción en las glándulas sudoríparas. Durante quince años fue proyectádo en las salas vascas y la tía, a la que en todo ese tiempo no le salió ni una arruga, siguió fumigándonos una y otra vez, pese a que tenía que conocernos a todos, por lo menos de vista. 
Como me gusta tanto el cine, decía, dejé de ir, porque en la tele comenzaron a emitir buenas películas y preferí espatarringarme en el sofá para ver Amarcord y Muerte en Venecia. Hasta que llegaron los miles de anuncios y las llamadas de teléfono a partir de las 10.00 de la noche, que era más barato, y el cambio de pañales... 
Total, que como me gusta tanto el cine abandoné la tele y volví al patio de butacas, que ya tenía sonido estereofónico con sensorround y asientos anatómicos. Y allí estaba tan contento cuando llegaron las hordas de quinceañeros, los veinte minutos de anuncios previos, el jolgorio en medio de la proyección y la comida, que ya no se conforman con los contenedores de palomitas, que ahora llevan barbacoas para prepararse la merendola. 
El caso es que como me gusta tanto el cine he dejado de ir porque ahora las teles tienen pantalla panorámica, sonido 3D y la del chupete tiene 15 años y, aunque vive con nosotros, no la he visto desde noviembre. Las cosas como son.
Josetxu Rodríguez

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