sábado, 4 de enero de 2014

Vuelven los gorrones


UN gorrón clásico era como un kamikaze: oteaba el horizonte y fijaba su objetivo con precisión de láser, hacía un par de vuelos rasantes para reconocer el terreno y, cuando detectaba tu flanco más sensible, se lanzaba en picado y te soplaba 40 euros con dios sabe qué cuento chino. Normalmente, no volvías a verle y perdías el dinero, aunque 40 euros es un precio razonable por quitarse a un pelmazo de encima. 
Con el tiempo, los gorrones han evolucionado y perfeccionado su estilo, sobre todo con las tarjetas y el dinero de plástico. Ahora es más difícil conseguir una cantidad razonable en billetes, por lo que se han especializado en otro tipo de sablazos: -"¿Te importa pagar la comida?". -"¿Qué pasa, no tienes tarjeta?". -"La tengo en el taller para que le cambien el aceite". Los gorrones tarjeteros, como podríamos denominarlos, no le hacen ascos a nada y se quedan impertérritos ante la canceladora del metro esperando a que pagues la ronda: -"¿Y tu billete?". -"Lo tengo en la cartera, pero por no sacarla...". 
Me referiré, por último, al gorrón fumador. Poblaban las anchas praderas de oficinas funcionariales, periódicos, despachos, bares y fábricas. Eran alegres y pizpiretos y te daban conversación mientas te saqueaban los cigarros. Algunos ofrecían pitillos a los presentes, por supuesto, de tu paquete. El precio del tabaco les ha puesto al borde de la extinción. Concretamente, el último que vi tenía mal color e intentaba pedir socorro mientras un fumador empedernido le apretaba el cuello con las dos manos.
Josetxu Rodríguez

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