viernes, 1 de mayo de 2015

Elogio de la madre de Baltimore, una madre como las de antes



"NI manifa, ni manifo. Tira pa casa que te arreo”. “Pero, ama, que tengo que lanzar piedras y hormigones a la pasma”. “Ni piedras, ni piedros. Ya estás tardando, que te meto un viaje que te arreglo yo la tontería”. 

Ver a la madre de Baltimore sacar a su hijo de la manifestación a coscorrones me ha traído a la memoria la vieja estirpe de las madres de antes, de las que ya no quedan. Con media docena sobraba el Ejército y la Guardia Nacional. Y eso que la madre de Baltimore no estaba armada, porque con una zapatilla sería temible. ¡Qué forma de desenfundar! Más rápidas que Clint Eastwood en Harry el sucio. ¡Qué pericia en el lanzamiento! Con una parábola que para sí quisiera Messi. Lo mejor era su enorme precisión. Podían darte en la nuca y dejarte sin conocimiento o quitarte una avispa de la coronilla sin tocarte un pelo. Luego venía la frase: “¡Tráeme aquí la zapatilla!”. “No”. “¡Que me la traigas!”. “¡Que no!”. “¿Quieres que vaya yo a buscarla?”. Y ahí te rendías, se la entregabas en mano y salías zingando. Aún así recibías el último zapatazo en el trasero y para cuando te volvías ya se la había puesto y estaba friendo empanadillas. Solo con cámaras de alta precisión, esas que graban balas atravesando bombillas, podrías apreciar su velocidad. Dios mío, qué mujeres. No es Hércules quien sostiene el mundo. Son ellas con una mano, porque en la otra tienen a un bebé enganchado a la teta y, a veces, un marido tirándoles de la falda. Hoy son distintas, pero siguen siendo imprescindibles.
@caducahoy
 

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