lunes, 21 de noviembre de 2016

El auto bueno puede ser un mal conductor


SE lo digo desde ahora. No subiré a un coche autónomo ni aunque me lo regalen. Y no porque pueda decidir estrellarse contra un árbol antes que atropellar a un grupo de ciclistas o lanzarse por un terraplén si ve que un autobús escolar ha invadido el carril por donde circula. Son situaciones extremas que tendrán que resolver el ejército de programadores que se afanan en instalarle un código ciberético que sea asumible para quien lo compre. Mi rechazo se basa más en la incapacidad que les auguro para conducir de forma eficaz en este mundo agresivo y egoísta en el que la educación supone una desventaja social, como afirma Keanu Reeves.
Si la cosa no cambia, veo un futuro lleno de usuarios de vehículos autónomos muertos de inanición en las rotondas mientras esperan que algún conductor humano les ceda el paso. ¿Qué harán estos utilitarios que cumplen todas las normas de tráfico cuando los peatones empiecen a insultarlos y a zarandearlos? ¿Aparcar en la cuneta para sollozar o llevarán de serie algún dispositivo taser para defenderse del acoso? Si a una expendedora de bollos se la patea cuando se traga una moneda, ¿qué no sufrirán estas almas cándidas de la carretera nacidas sin maldad? Quizá necesiten llevar de serie al volante un maniquí malencarado para hacerse respetar. O una pegatina en la que pueda leerse bien clarito: ¡Cuánta gente para atropellar y qué vida más corta. Yo voté a Trump. Puede que así, sí.

Josetxu Rodríguez.      @caducahoy

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