jueves, 28 de septiembre de 2017

Para morirse

ENTRÓ a la consulta y el médico, sin levantar la vista, le preguntó nombre y edad. Aitor, 54 años. El galeno siguió leyendo el impreso. ¿Sexo? Y Aitor dudó entre contestarle que era varón o que ya tenía pareja y no quería ser infiel. A veces, damos por hecho que somos personas sin ser conscientes de que, para la administración, nada es verdad ni mentira hasta que todas las preguntas del cuestionario hayan sido contestadas y rubricadas por un funcionario. Hasta entonces, somos un ente que vaga por los pasillos en busca de una ventanilla o una mesa de despacho que tenga sellos de caucho con anagramas oficiales. Algo así le ha pasado a Juana Escudero Lezcano, de 54 años y vecina de Alcalá de Guadaira, quien asegura que, para la Seguridad Social, lleva muerta seis años porque una persona con su mismo nombre, apellidos y fecha de nacimiento está enterrada en Málaga. Y claro, eso le produce muchos dolores de cabeza y ni el médico de cabecera la cree al constatar que es una difunta. “¡Que no estoy muerta y tampoco de parranda!”, clama ella sin que le hagan caso. Y protesta por el agravio comparativo que supone que los muertos no tengan que demostrar que lo están. El caso es peliagudo y va para largo, le dice su abogado, no solo porque todos los jueces están acuartelados en Cataluña, sino porque primero hay que demostrar que la señora enterrada no se está haciendo la muerta. Algo tan difícil de probar como que uno está vivo. Para morirse, oiga.

Josetxu Rodríguez
@caducahoy

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